Para los católicos, el año eclesiástico es el año litúrgico, una serie de tiempos y festividades que se celebran en la liturgia, la plegaria pública oficial de la Iglesia durante cierta época del año. A diferencia de nuestro calendario tradicional de 365 días, el propósito del calendario del año litúrgico no es marcar el paso del tiempo, sino celebrar y entender más plenamente todo el misterio de Jesucristo, desde su Encarnación y nacimiento hasta su Ascensión, el día de Pentecostés y la espera de su regreso glorioso. En el transcurso de un año, el Misterio Pascual (la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Jesús) se ve desde diferentes ángulos y diferentes perspectivas.
A continuación, una breve descripción de los tiempos que celebramos durante el año litúrgico.
El Adviento inicia el año litúrgico. Durante el Adviento nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús y esperar la Navidad, la celebración de la llegada de Jesucristo, el hijo de Dios. Este año, el tiempo de Adviento empieza el 2 de diciembre.
Durante la época de Navidad celebramos que Dios está siempre con nosotros. La época de Navidad empieza el 25 de diciembre, día en que se celebra la Navidad.
El Tiempo Ordinario se divide en dos partes. La primera ocurre entre la Navidad y la Cuaresma. Durante este tiempo celebramos la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su discípulo. El Tiempo Ordinario es un tiempo para aprender y seguir las enseñanzas de Cristo en nuestra vida diaria, crecer como sus seguidores y estar en mejores condiciones para dar testimonio de la Buena Nueva de Dios en nuestra vida cotidiana. El tiempo se llama Tiempo Ordinario porque las semanas reciben su nombre en orden numérico.
El Miércoles de Ceniza da inicio al tiempo de Cuaresma, el 6 de marzo. Durante la Cuaresma recordamos que Jesús sufrió, murió y resucitó a una vida nueva. Oramos, damos limosna y ayunamos para acercarnos más a Jesús y a nuestro prójimo. Durante la Cuaresma apoyamos a los que se preparan para recibir los Sacramentos de Iniciación Cristiana.
El Triduo Pascual es la mayor celebración de la Iglesia. El Triduo dura tres días (desde el Jueves Santo hasta la noche del Domingo de Pascua) y aquí recordamos y celebramos en la liturgia, con muchas tradiciones y rituales, el sufrimiento, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo.
El tiempo de Pascua comienza la noche del Domingo de Pascua (21 de abril) y continúa hasta el Domingo de Pentecostés (9 de junio). Durante el tiempo de Pascua, nos regocijamos en la Resurrección de Jesús y en la nueva vida que tenemos en Jesucristo.
La segunda parte del Tiempo Ordinario ocurre entre los tiempos de Pascua y Adviento.
Las liturgias celebradas durante los diferentes tiempos del año litúrgico tienen una música distintiva y lecturas, oraciones y rituales específicos. Todos estos factores trabajan en conjunto para reflejar el espíritu del tiempo en particular. Los colores de los ornamentos que usa el sacerdote durante la liturgia también ayudan a expresar el carácter de los misterios que se celebran.
El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de nuestros pecados para la llegada del Señor.
En el adviento nos preparamos para la navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo.
Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo.
Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como personas.
El conjunto se sitúa cerca del altar o del ambón de la Palabra, si es en la Iglesia, o en un lugar adecuado si se utiliza en un ambiente familiar o escolar.
En Navidad se puede añadir una quinta vela blanca, hasta el final del tiempo de Navidad y si se quiere se puede situar la imagen del Niño en relación con la corona: se tiene que ver que la Navidad es más importante que la espera del Adviento.
La corona, que procede del Norte (países escandinavos, Alemania), tiene raíces simbólicas universales: la luz como salvación, el verde como vida, forma redonda como eternidad. Simbolismos que se vieron muy coherentes con el misterio de la Navidad cristiana y que pasaron fácilmente a los países del sur.
Se ha convertido rápidamente en un simpático elemento complementario de pedagogía cristiana para expresar la espera de Cristo Jesús como Luz y Vida, junto a otros ciertamente más importantes, como son las lecturas bíblicas, los textos de oración y el repertorio de cantos.
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